Acabamos
de empezar un año y pensando en el que hemos dejado atrás, me doy cuenta de que
he cumplido mi segundo año como traductora, durante el cual he crecido
enfrentándome a textos más variados y a más dificultades. Mientras tecleaba, he
ido descubriendo cualidades en mí y en mis compañeros que nos definen como
traductores y a las que dedico la primera entrada del año.
Los
traductores somos expertos en jugar con
las palabras, en darle la vuelta a las oraciones según nos convenga una
estructura u otra. Además, prestamos atención al más mínimo detalle e
investigamos e investigamos hasta encontrar si esa palabra debe escribirse con
mayúscula o si tiene que ir en cursiva, por ejemplo. Somos quisquillosos, aun cuando tratamos de desconectar, y cazamos gazapos
por todas partes. También somos
creativos, le damos muchas vueltas a
la cabeza para hallar el juego de palabras o la frase hecha ideal para ese
contexto y, la mayoría de las veces, seguimos pensando en ello una vez
hemos entregado la traducción.
Los
traductores debemos tomar decisiones
constantemente porque se nos ocurren varias posibilidades para nuestra
traducción y tenemos que decantarnos por una lo más rápido posible. Para ello,
consultamos diccionarios, leemos otros textos sobre el tema o pedimos opinión a
nuestros colegas. A veces tenemos en la punta de la lengua la palabra o expresión
perfecta y cuando por fin nos acordamos de ella sentimos una satisfacción absoluta.
Lo mejor
de todo es que siempre aprendemos algo
nuevo cuando trabajamos. Un día nos sumergimos en la fraseología de los
contratos, otro echamos a volar nuestra imaginación con un texto infantil y al
día siguiente descubrimos los tipos de turismo de Latinoamérica. Vale, a veces
nos toca traducir un manual de instrucciones y no resulta tan apasionante, pero
también es importante saber cómo se coloca un catéter, ¿no?
¡Por
muchos más textos que traducir y más temas de los que aprender!
¡Feliz año 2015!
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