Dado que hoy es la noche de Reyes, aquí os dejo un regalo, son varias citas de libros en los que se habla de la traducción, de la interpretación y del poder de las palabras. Que las disfrutéis ;)
«Las palabras tienen algo especial. En
manos expertas, manipuladas con destreza, nos convierten en sus prisioneros. Se
enredan en nuestros brazos como tela de araña y en cuanto estamos tan
embelesados que no podemos modernos, nos perforan la piel, se infiltran en la
sangre, adormecen el pensamiento».
El cuento número trece, Diane
Setterfield
«Por supuesto, la abuela utilizaba el maya
para comunicarse con su nieto, lo que provocó que desde muy temprana edad
Júbilo se convirtiera en el primero nieto bilingüe que doña Itzel tenía. Y por
lo mismo, desde los cinco años de edad, el niño se encargó de prestar sus
servicios como intérprete oficial de la familia. […] Así que Júbilo, al momento
de traducir, tenía que tomar en cuenta no sólo estas sutilezas, sino la
inflexión de la voz, la tensión de las cuerdas vocales, los gestos de la cara y
los movimientos de la boca de su madre y de su abuela.
Era un trabajo dificultoso pero que Júbilo
realizaba con mucho gusto, claro que no lo hacía literalmente. Al momento de
traducir, siempre añadía una o dos palabras amables que suavizaban el trato entre
ambas. […] La experiencia lo hizo descubrir el gran poder que las palabras
tenían para acercar o alejar a las personas, y que lo importante no era el
idioma que se utilizara sino la intención que llevaba el comunicado».
Tan veloz como el deseo, Laura Esquivel
«Gracias a él, descubrí que la predisposición para los idiomas es
tan misteriosa como la de ciertas personas para las matemáticas o la música, no
tiene nada que ver con la inteligencia ni el conocimiento. Es algo aparte, un
don que algunos poseen y otros no. Salomón Toledano lo tenía tan desarrollado
que, con todo su aire inofensivo y anodino, a sus colegas nos parecía algo
monstruoso. Porque, cuando no se trataba de idiomas, era de una ingenuidad
desarmante, un hombre-niño».
«Los guerreros depositaron en el suelo la
camilla de Mokarita, que al punto fue rodeada por los habitantes de la aldea.
Se comunicaban en susurros y en un tono melódico, imitando los sonidos del
bosque, la lluvia, el agua sobre las piedras de los ríos, tal como hablaba
Walimai. Maravillado, Alex se dio cuenta de que podía comprender bastante bien,
debía «oír con el corazón». Según Nadia, quien tenía una facilidad asombrosa
para las lenguas, las palabras no son tan importantes cuando se entienden las
intenciones».
La ciudad de las bestias, Isabel Allende
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