domingo, 22 de junio de 2014

Traductores artesanos



«Soy una artesana en este oficio, pero artesana apasionada. Llegar a encontrar la frase que crees que en tu lengua traduce la frase de la otra lengua; encontrar las palabras casi exactas (y digo bien «casi») para expresar la emoción que reproduce el autor en su lengua; encontrar aquello (real o imaginario) a lo que hace referencia; transcribir la música de los sonidos que él ha compuesto (el autor); encontrar el reflejo de juego de palabras con que nos ha querido divertir; encontrar la imagen que evoque un recuerdo similar, el matiz irónico… Y todo eso respetando el estilo y el tono. Ese tono que a veces cuesta unas cuantas páginas sintonizar porque no siempre es monocorde ni uniforme, porque los autores hacen hablar a muchos personajes y en situaciones muy variadas. La vida es compleja y los escritores, con su lengua, intentan contarla para desentrañarla y en algunos casos para vivirla. Los traductores literarios traducimos por tanto el relato de la vida.
[…] 
Es un oficio para el que todo sirve.
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Y me han servido por supuesto la literatura, mis lecturas y mi cultura general, por limitada que sea, pero también en gran medida las palabras oídas a alguna persona cuando yo aún era pequeña, me han servido los utensilios que he visto en ocasiones especiales, los balbuceos y las palabras de los niños, las frases de mis abuelos, los insultos de los energúmenos del volante, los regionalismos, las palabras mal dichas, las canciones, los cuentos infantiles, los refranes de mi madre, los saludos onomatopéyicos de mi pueblo, los conocimientos de ingeniería y de física de mi brillante cuñado o los conocimientos taurinos de un amigo, las diferentes formas de hablar de mis amigos, el vocabulario de mi sobrina, toda la gama de sentimientos y de estados anímicos que he vivido y he visto vivir en la realidad o en los libros o en el cine; me han servido las películas, los anuncios, los dibujos animados, los juegos…»

Fragmento del discurso Porque sólo lo que no se puede traducir merece ser traducido que dio la traductora Ascensión Cuesta cuando recibió el premio Stendhal en 2006 por Historias impertinentes de Léon Bloy. Este galardón lo otorga la Fundación Consuelo Berges a la mejor traducción de francés a español de cualquier género literario. Podéis leer el discurso completo en el número 37 de la revista Vasos Comunicantes, disponible aquí.

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