lunes, 19 de marzo de 2012

Traducción automática: de la teoría a la práctica I

La entrada de hoy va dedicada a la traducción automática. Como ya dije y aunque hablé un poco de ella el último día, quería explicarla aparte de las memorias de traducción a pesar de que las vimos el mismo día, porque tengo bastantes cosas que contar. Esto se debe a que el año pasado cursé la optativa de Traducción automática y asistida. En esta asignatura conocimos la historia de los traductores automáticos y cómo funcionan; además, tuvimos que hacer un trabajo práctico en el que analizamos varias traducciones realizadas por Systran. Para no hacer una entrada demasiado larga, he decidido que hoy hablaré sobre la historia de los traductores automáticos y en la próxima contaré el resultado del trabajo práctico del año pasado, que fue muy interesante.
Antes de nada, conviene diferenciar la traducción automática (TA) de la traducción asistida por ordenador (TAO). La TA se lleva a cabo con páginas web y el resultado es “automático”, todo lo hace el programa; mientras que la TAO necesita dos partes (un programa y un traductor humano) y una asiste a la otra, es decir, el programa asiste al traductor o viceversa. 


Existen muchos mitos sobre la inteligencia artificial y su historia tiene origen en tiempos remotos. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVII cuando se convierte en algo más real gracias a los racionalistas, como Descartes, Leibniz y Jonh Wilkins. Éstos pensaban que todo, incluso el amor o el hambre, podía reducirse a una fórmula matemática porque concebían la mente humana como un ordenador. La cuestión estaba en cómo reducir un texto a una fórmula. Pues bien, lo que importa es lo que hay detrás de lo que se dice y una vez se tiene la fórmula matemática, ésta se convierte en la lengua de destino.
En los años 30, el ruso Petr Smirnov-Troyansky diseñó un sistema que aún perdura basado en tres fases: el análisis lógico de la fuente (las formas lógicas y las funciones sintácticas), la traducción automática de esas formas a la lengua de destino y la revisión manual para darle la forma definitiva, puesto que la segunda fase no tiene en cuenta el contexto y, por lo tanto, no hay cohesión.
Durante la Segunda Guerra Mundial, se le dio un impulso muy fuerte a la traducción automática debido a la criptología, de manera que se invirtió mucho en programas que ayudaran a desencriptar los mensajes secretos y, además, se descubrieron muchos temas estructurales sobre cómo funcionan las lenguas. A partir de este momento, se empezaron a distinguir dos estrategias en la traducción automática:
 1. El análisis estadístico, que estudia muchas traducciones y observa cómo son la mayoría de las veces, es decir, se basa en un sistema de estadísticas, como Google Translator.
2. El análisis lingüístico, que intenta afinar las reglas de traducción. A esto se dedican instituciones como la universidad de Harvard o la de Cambridge.
Continuando con la historia, el año 1964 fue crucial para la traducción automática y asistida porque se pensaba que en poco tiempo y con poco dinero se conseguiría que los ordenadores tradujeran como lo hace una persona. El gobierno estadounidense se impacientó en vista de que no obtenían resultados tan rápido como pensaban y creó un comité de expertos llamado ALPAC que realizó una previsión de cuándo se obtendrían frutos. El veredicto fue desalentador porque señaló que harían falta unos 40 años, de modo que EE.UU. no invirtió más dinero y se produjo un parón de muchos años en la investigación de la traducción automática.
En los años 80 sucedió lo mismo en Europa. La CEE había creado el proyecto EUROTRA y se dieron cuenta de que había muchas lenguas, lo cual dificultaba la tarea. No obstante, vieron que los ordenadores habían avanzado mucho desde los 60 y realizaron una inversión importante con la que crearon muchos centros de investigación con el único objetivo de desarrollar un traductor automático con las lenguas de la CEE. Tras cuatro o cinco años, los traductores automáticos todavía se parecían mucho a los anteriores, de modo que se cerró el proyecto y se produjo otro parón, como en EE.UU.
Sin embargo, con el boom de internet, la UE llegó a la conclusión de que necesitaban la traducción automática porque comenzaron a aparecer muchos más documentos, por lo tanto, es en este momento en el que la traducción automática adquiere más importancia.
Lo bueno de todo este proceso, a pesar de los parones, es que se realizaron grandes avances lingüísticos y se llegó a la conclusión de que la traducción automática no puede usarse «tal cual» sino que se necesita siempre la ayuda de un profesional para que la traducción se convierta en un texto legible. Una segunda conclusión es que la traducción automática sólo se puede usar en ámbitos restringidos y, por ejemplo, no es buena idea usarla para traducir un texto literario, pero esto lo comprobaremos en la próxima entrada ;)

2 comentarios:

  1. ¡Hola, Laura! Me ha gustado mucho la entrada, y me parece muy interesante conocer mejor la historia de la traducción automática para comprender mejor cuál es la situación en la actualidad. Se ve que te cundieron las clases de Traducción Automática del año pasado. Espero que publiques pronto las entradas con el análisis del trabajo práctico que hicisteis, a ver si me puede dar a mí alguna idea para la entrada sobre el uso de las memorias de traducción y la traducción automática en el ámbito de la traducción literaria (de todas formas, intentaré buscar información por mi cuenta sobre ese tema).
    Un besito y nos vemos.
    Isabel

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    1. Muchas gracias, Isabel :) A ver si saco un hueco y escribo la segunda parte.

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